Se había necesitado un vuelo de 8 horas para que llegara a ese lugar y ahora, parada inmóvil frente al carrusel de equipaje no podía creer que en verdad había llegado el día. Viendo sin ver, Lucrecia miraba ansiosa el paso de cada pieza de equipaje frente a sus ojos. Ya había visto el mismo grupo de maletas pasar frente a ella sin que su maleta vino tinto lo hiciera y casi todos los que habían llegado con ella en el vuelo ya habían reclamado lo que era de ellos. Ansiosa, luego de 15 minutos, comenzó a caminar en el lugar para descubrió sus pertenencias debajo de la banda, entre un grupo de maletas más grandes que la suya, en el carrusel 5A no en el 4B, que el de su vuelo, donde seguramente alguien debía de haberla bajado del carrusel, quizás por equivocación. Frustrada por la pérdida de incontables minutos y sintiéndose muy tonta, agarró sus pertenencias y salió a darle encuentro a su destino. Las puertas automáticas se abrieron a su paso y el aire frío del parqueadero del ...