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Titanic

Titanic duró en cartelera lo que en mi memoria parece una década. Se que estoy exagerando, pero desde su estreno pasaban semanas y yo nada que la veía. Todo mi mundo hablaba de Titanic, pero a mi esa imagen del afiche (de un pareja abrazada con un barco en el medio) no me decía nada. Así que postergaba y postergaba ir a ver que era de lo que todo el mundo hablaba. A la larga, cuando se es colegiala, el mundo es el colegio ¿no? y en aquel colegio monjas vestidas de blanco y niñas vestidas de falda a cuadros rojos y negros y chaleco verde oliva donde estudiaba, escuchar a una o a otra tararear My heart will go on de Celine Dion por los corredores y salones, en todos los grados posibles de buen o mal inglés, no era extraño. 

Y no era solo en el colegio. Las noticias, la radio, la familia, por todo lado en aquel momento se hablaba de Titanic y de cómo James Cameron (a quien conocía por una de mis amores a primera vista cinéfilo: Terminator) y porque centenares de adolescentes habían encontrado en Leonardo DiCaprio el amor platónico de sus vidas, si bien no después de su gran éxito previo Romeo y Julieta, ahora con Titanic, “la película más romántica del momento”. Se que muchas de mis compañeras y amigas se la habían visto una y otra vez para ver a su rubio care-bonito favorito por más de tres horas en la gran pantalla. Pero yo a mis 16 años no gustaban del romance y menos de los hombres rubios (me parecían de lo más soso del mundo -mmm, como si el color del pelo tuviera algo que ver con la personalidad de la gente) e imaginar 3 horas en una sala de cine con un melodrama que sabía acabaría en el hundimiento del barco me daba, como dicen en Venezuela, ladilla. 

Así que evité verla , hasta que el no verla empezó a parecer más una cuestión de cultura general que de disfrute verdadero, justo cuando en mi nuevo programa favorito de trivia por cable Saber y Ganar de Televisión Española, Jordi Hurtado el presentador hizo una pregunta sobre la película. Entonces, ya habiendo sido validada por el show, que además me ayudaba a practicar el acento español que creía entonces importante dominar para mis sueños de ser actriz - lo que es otra historia- y cediendo ante la presión que me rodeaba, organice plan para ir a verla con mi prima Andrea, a quien aún hoy llamo Leche de cariño, la única de mis amigas y familiares que tampoco la había visto.

Antes de que finalmente saliera de cartelera y quedarnos con la única opción de esperar que Premier Caracol la pasara, Leche y yo quedamos de encontrarnos en el último piso de Unicentro Medellín, un viernes o sábado, frente a la taquilla del cine. Recuerdo que me pareció sorprendente la cantidad de gente que había en la sala, pues nos tocaron asientos medianamente cerca de la pantalla y en uno de los laterales, cosa que desde el comienzo pintaba mal para mi hipermetropía y marcado gusto por sentarme en las últimas filas de cualquier lugar.

La peli empezó con su historia en el tiempo moderno, viajando al tiempo pasado. El aire de la sala estaba helado, lo que le daba una toque más realista a la historia. Y ahora que lo pienso, más de 20 años después, no sé si era parte del mercadeo de la película el tratar de transmitir la sensación térmica a los espectadores o un simple azar del destino. Sea lo que sea, sé que el saquito que llevaba conmigo no era suficiente. Como no fueron suficientes los mensajes de etiqueta en el cine que pasaban en la sala, aquellos en los que se dice “no monte los pies en las sillas o no hable durante la película” pues el par de señoras que estaba detrás de Leche y yo, hablaron todo el rato sobre los vestidos de época, las tallas en madera del reloj a mitad de las escaleras o de las lámparas al final de los pasamanos. Ellas se emocionaron cuando Jack y Rose se besaron y lloraron cuando él se sacrificó, sin necesidad, por ella.

Y recuerdo todo esto pues, durante las 3 horas y treinta minutos de Titanic, me aguante las ganas de callarlas para disfrutar una siesta con voces en inglés de fondo y me vi forzada a mirar esa pantalla tratando de compaginar con los que esas desconocidas, mi prima y mis amigas que habían encontrado en la película más cursi que en mi corta vida me había encontrado.

Han pasado más de 20 años, Premier Caracol ya no existe, pero a Titanic si la pasan por cable cada tanto. Sigue siendo noticia y sus actores múltiples veces galardonados, y con razón Kate Winslet y DiCaprio son intérpretes maravillosos, y yo sigo sin disfrutar verla, es más creo que jamás me la he repetido completa. Ni la repetiré.

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