En la fotografía se le ve mirando fijamente a la cámara con la barba un tanto larga y las arrugas en los ojos sirviendo como marco no solo el paso de los años, sino de lo amplia de su dulce sonrisa de dientes blancos y perfectos. José viste una camisa a rayas azul claro abotonada hasta justo antes de llegar a la clavícula y pantalón gris, del que solo se alcanza ver un poco más abajo de la pretina. Se nota una figura estilizada de esas de espalda ancha y abdomen plano. Marcelo, el niño que lleva en brazos, de tez blanca y cachetes rosaditos, sonríe también mirando sin ver, con esa mirada que tienen los bebés en la que uno nunca sabe aún si enfocan. Los ojos de Marcelo brillan como las estrellas, los de José no.
Esa tarde habían atravesado la ciudad para llegar a una fiesta de cumpleaños más a la que José no quería asistir, pero a la que se sentía obligado a ir por la gran amistad entre Susana, su mujer, y Karina la homenajeada, quien además era esposa Camilo su amigo de infancia. Ellos eran los padres de Marcelo, el primer bebe en romper la zona libre de niños de su grupo de amigos. Después de Marcelo, los Sanchez Agudelo anunciaron que llegaría Elena y meses después los Vélez Uribe a Hugo. La invasión de los bebés había llegado.
Desde que Karina anunció su embarazo, a Susana el reloj biológico le había empezado a dar campanadas cada 28 días tan fuertes que José no sabía como más ignorar, y, aunque para él aún no era claro querer ser padre, para Susana era ya imprescindible. Cada vez que se anunciaba un nuevo bebe en camino las tensiones entre ellos aumentaban al punto que en abril, viniendo de regreso de la primera fiesta de cumpleaños de Marcelo, ella le había dicho que a partir de ese día dejaría de tomar pastillas anticonceptivas y usarían condon solo hasta el final del verano, dando ese periodo de cinco meses como el tiempo de ultimátum para que por fín tomará la decisión que definiría la continuidad o no de su matrimonio: buscar ser o no ser padres.
Por mañana en el desayuno Sandra había sido enfática en no excusarse más frente a su grupo de amigos por su ausencia. Era determinante para ella asistir con él a el happy hour celebratorio de la vida de Karen, quien por fin volvería a tomarse un Pasión de Gavilanes, e cóctel favorito de mezcal, vodka y jugo de granada emblemático del bar de Jacinto. Sin casi parpadear le había dicho Vamos, un par de fotos y te vas….Además, Karen no ha bebido alcohol desde el embarazo, más los 14 meses por amamantar a Marcelito, a él que has visto muy poco eh... por cierto que ya te estas pasando de grosero mi amor eh… te tomas un cóctel con ella, salud y chao… les decimos allá que tienes dolor de cabeza o algo. Y si, ella tenía razón, no podía excusar su ausencia con el trabajo de profesor de colegio en pleno verano o con decir que tenía un partido en la liga, siendo Camilo el capitán del equipo.
Quedaron lindos, amor dijo Sara pasándole el teléfono para que viera la foto mientras ella retiraba a Marcelo de los brazos de José para cargarlo ella, oliendo amorosamente la cabellera rubia del niño, dándole un beso y llevándolo hasta donde estaba su amiga Karen. José sostuvo el teléfono en su mano mirando fijamente la imagen. No sintió nada y a la vez lo sintió todo.
Alzó la mirada para observar como el bar que frecuentó tantas noches de fiesta parecía ahora un jardín infantil del cual él lo único que quería era huir. Empuño el teléfono en la mano, caminó hasta donde Susana, que hablaba con un grupo de gente y la abrazo por la espalda, una mano en su la cintura y en otra en una cerveza. Con cuidado la beso en el oído y le dijo Te amo, pero no quiero mientras movía sutilmente su mano de la cintura al vientre de ella, entregando el celular con la última fotografía de él que ella habría de tomar.
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