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Ser mujer: un inevitablemente riesgoso destino


En el 2006 mi amiga Caro y yo viajamos juntas por Israel y Egipto. Juntas empacabamos maletas, viajamos por horas y nos aventurabamos a tierras, no solo lejanas, si no de idiomas y tradiciones ajenas a las nuestras. Juntas recorrimos pueblos y ciudades— de esas que escuchábamos en las misas del colegio los miércoles o veíamos en las siempre repetidas películas de la semana santa—, en las que nos hospedábamos en casas de amigos de amigos, hoteles que salían en libros, que algún "conocido" había recomendado o encontrabamos en Internet.  Caro y yo, así como imagino Mariana y Maria José, las mochileras argentinas, emprendimos ese viaje, a pesar de algunas reservas de familiares y amigos, para conocer lo diferente, aprender de otros, y saborear el mundo. Viajabamos para crecer, para ser.

Siempre me ha dolido aceptar la realidad de que las dos volvimos sanas y salvas por "debuenas*" porque esas reservas de familiares, amigos y hasta propias, están arraigadas en la realidad de que el mundo es un tenebroso lugar para las mujeres. Y digo "debuenas" porque durante nuestro viaje no estuvimos exentas al acoso callejero, al toque sexual no solicitado en la discoteca, a tener que estar siempre vigilantes, a apostarle nuestra seguridad, suerte y fe a desconocidos,  y a llegar a trancar las puertas de los hoteles con sillas y mesas para dormir un poco más tranquilas.

Caro y yo, al igual que tantas otras, le apostamos a nuestros ganas de crecer,  de aventurarnos y a esa hambre de conocer el mundo,  aún sabiendo que vivimos en un mundo que no está hecho para permitirnos a todas disfrutar de sus maravillas sin correr riesgos de ser violentadas, abusadas, asesinadas y hasta a la final, acusadas de habérnoslo buscado por andar el mundo, un mundo tan lleno de odio, en el que se señalan mas dedos a las víctimas que a los victimarios.

Ser mujer es inevitablemente un riesgoso destino. Un destino al que venimos marcadas desde nuestra gestación, no importa que tan ricas o pobres nuestras familias sean. Cada mujer tiene todos los días y a cada hora, un increíble porcentaje de posibilidades de enfrentarse -en el trabajo, la escuela, y hasta en su propia casa- a formas de agresión y violencia solo por su genero.  Dudo que alguna mujer que ha salido de casa alguna vez en su vida, e incluso algunas sin salir de ella, pueda decir que nunca ha experimentado algún nivel de acoso, agresión o violencia por el solo hecho de tener ovarios.

Este mes en el que se celebra el día de la mujer,  y el asesinato de éstas dos jóvenes mochileras, me han motivado hoy no solo a volver a escribir, sino también a hacerle un llamado a usted, amigo lector, a  que en lugar de flores y pendejadas (que tratan de desdibujar el sangriento pasado que motivo la celebración del día de la mujer) a que piense y actúe como aliado de todas esas mujeres que se encuentra cada día, para que todas podamos regresar a casa sin decir "¡que debuenas!". Y a usted, amiga lectora, para que recuerde que, tristemente, no solo usted puede  llegar también a ser víctima, así no crea o aunque ya lo haya sido, y no caiga en la trampa de justificar los actos de los victimarios. No existe justificación ninguna para ir en contra de la libertad de ser del otro. Por que nada, absolutamente nada, ni nadie debe de sentirse "debuenas" de que alguien no sintió  la necesidad de recordarle que el mundo es un lugar muy tenebroso para nosotras las mujeres.

Deseo que el trágico destino de Mariana y Maria José sea el último. Que llegue el final de las que como yo nos llamamos "debuenas" por haber vuelto a casa sanas y salvas  después de una noche de fiesta, un día de escuela u oficina, una ida a la tienda de la esquina o un viaje por Israel y Egipto.



 #Viajosola #niunamenos

* Debuenas: modismo colombiano que significa "alguien con muy buena suerte".

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