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Mostrando entradas de julio, 2020

Arboles de arce

Se había necesitado un vuelo de 8 horas para que llegara a ese lugar y ahora, parada inmóvil  frente al carrusel de equipaje no podía creer que en verdad había llegado el día. Viendo sin ver, Lucrecia miraba ansiosa el paso de cada pieza de equipaje frente a sus ojos. Ya había visto el mismo grupo de maletas pasar frente a ella sin que su maleta vino tinto lo hiciera y casi todos los que habían llegado con ella en el vuelo ya habían reclamado lo que era de ellos. Ansiosa, luego de 15 minutos, comenzó a caminar en el lugar para descubrió sus pertenencias debajo de la banda, entre un grupo de maletas más grandes que la suya, en el carrusel 5A no en el 4B, que el de su vuelo, donde seguramente alguien debía de haberla bajado del carrusel, quizás por equivocación. Frustrada por la pérdida de incontables minutos y sintiéndose muy tonta, agarró sus pertenencias y salió a darle encuentro a su destino.   Las puertas automáticas se abrieron a su paso y el aire frío del parqueadero del aeropuert

Botellas vacías

A las 8 am un dolor intenso recorrió su cabeza de derecha a izquierda y de arriba abajo, logrando traerlo del planeta de los sueños a la realidad. Con dificultad abrió los ojos y sintió la luz como un grito al oído tan intenso que tuvo que volverlos a cerrar por un instante más. El palpitar de su cabeza no lo dejó volver a dormir.  Finalmente, desorientado y con dificultad se paro de la cama. El aire aún olía a cigarrillo y la voz de Joe Arroyo se escuchaba al fondo exigiendo que alguien no le pegara a la negra. Abrió la puerta del cuarto y se dirigió hacia el tocadiscos para dejar al viejo Joe descansar. Simón se sintió desorientado esa mañana de domingo y abrumado al ver en el suelo un par de botellas aquí y allá. ¿A qué horas armé yo fiesta?  se dijo rascándose la cabeza, mientras caminaba arrastrando los pies. El mueble de la cocina tenía un par de aspirinas que no dudo en tomar con el café antes de iniciar la desagradable tarea de ordenar y limpiar su espacio. Desde el mesón de la

El sol

Ana siempre había sentido atracción por el mundo esotérico y espiritual. Gustaba tanto de ir a misa los domingos como de rezar el ángelus al mediodía cuando visitaba a su abuelita para almorzar, quien siempre la regañaba por leer el horóscopo de los domingos y seguir a un par de astrólogas por instagram Eso no es de Cristianos decía su abuela Maria de los Angeles. Pero ella había  ido un par de veces a consultar con brujas y angeólogas, especialmente en momentos que sentía que las cosas no fluían, y siempre se había convencido que su intuición era alta tanto para lo religioso como para lo pagano. Ana creía, y creer es siempre el primer paso para que las cosas pasen, pero no dejaba que su vida fuese regida completamente por misticismos. Era una mujer entre creencias, y se negaba a escoger lo uno o lo otro, como era el deber ser de un buen cristiano. Una tarde mientras caminaba corredores de un centro comercial se encontró con una tienda esotérica que no había visto antes. El olor a inci

Abrazos cálidos de lluvia

Ahora llueve, y grandes gotas de agua mojan todo alrededor logrando hacer pequeñas piscinas en las macetas de las suculentas que descansan sobre la mensa y el suelo en el balcón. Sobre el suelo, la mesa y el barandal se forman pequeñas charcas que reflejan la luz del de los balcones en frente. Se escucha tronar en la distancia, y el agua danza en los tejados con fuerza. Las canaletas parecen pequeños ríos. Me gusta como llueve mientras hace sol al mismo tiempo, mientras el aire se llena de humedad, más no de frío. Había olvidado las lluvias torrenciales de verano en Medellín. Aquellas que llegan de la nada y te hacen esconder bajo cualquier tejado, aguaceros que puede durar 15 minutos, una hora, una tarde, toda la noche. Siempre me ha gusta el olor a tierra mojada,  y quizás por eso me gusta esta lluvia y me gusto llenar nuestra casa de plantas. Era terapéutico y familiar olerlo. La tierra mojada a de oler igual en todas partes del mundo creo yo, y el olfato tiene esa conexión con la m

Titanic

Titanic duró en cartelera lo que en mi memoria parece una década. Se que estoy exagerando, pero desde su estreno pasaban semanas y yo nada que la veía. Todo mi mundo hablaba de Titanic, pero a mi esa imagen del afiche (de un pareja abrazada con un barco en el medio) no me decía nada. Así que postergaba y postergaba ir a ver que era de lo que todo el mundo hablaba. A la larga, cuando se es colegiala, el mundo es el colegio ¿no? y en aquel colegio monjas vestidas de blanco y niñas vestidas de falda a cuadros rojos y negros y chaleco verde oliva donde estudiaba, escuchar a una o a otra tararear My heart will go on de Celine Dion por los corredores y salones, en todos los grados posibles de buen o mal inglés, no era extraño.   Y no era solo en el colegio. Las noticias, la radio, la familia, por todo lado en aquel momento se hablaba de Titanic y de cómo James Cameron (a quien conocía por una de mis amores a primera vista cinéfilo: Terminator) y porque centenares de adolescentes habían enco

La carta que nunca escribí

Juan,  Nunca pense que llegaria este momento, pero sé que para ti no es sorpresa tener esta carta en tus manos. Desde hace un par de meses ambos esperábamos que uno de los dos fuese capaz de dar este paso, y pues con dolor en el alma seré yo. Por vos, por mi, por nosotros.  Aun recuerdo como nos conocimos. Te vi en esa discoteca al otro lado de la barra mirándome y me hice la loca, pero ya llevaba yo un par de canciones siguiendo cada movimiento que hacías y pillandote mirarme de vez en cuando. Pensé que eras el más guapo de todo el lugar. Aún hoy, después de tantos años y pese a todo lo que ha pasado los últimos meses, sigues siendo el más guapo en cualquier lugar. Recuerdo como me pediste un cigarrillo aquella noche y yo negué con la cabeza tener mas, pero te tendí el que fumaba. “Tenes un cigarrillo” fue lo primero que me dijiste.  Esa noche yo vestía una camisa verde que dejaba ver mis hombros, y tu una camisa blanca con rayas azules. No estoy segura cuantas canciones bailamos ante

Taza o pocillo

El pocillo o taza es de cerámica pesada, de esas que se hacen con la arcilla se quema por horas o hasta días. Usando el método de medición imperial, ósea el gringo pues ellos se rehusan a el sistema métrico como el resto del mundo, mide un poco más de 3 pulgadas de alto. Mis pulgas por supuesto. Y como no tengo un metro o regla a la mano, diré que es igual de grande que la palma de mi mano, aunque eso y lo de las pulgadas no dice mucho, pues ustedes no saben cuanto mide mi mano. y para que se hagan una idea, es solo un poco más alto que la mitad de un teléfono celular. En fin, conocer su altura al dedillo no es tan importante.    Tiene forma de cilindro con base redonda un poco más pequeña que el resto. El grosor de la misma es al contra un poco más grueso que los laterales. Me imagino que los diseñaron así para evitar que calentar mucho más de lo necesario las superficies donde se posa. Su base es lisa, plana, y se diferencia del resto al tener una textura como porosa y ser de tonalid

Miércoles

El miércoles era un día importante: mi primera reunión con uno de los clientes de la agencia de publicidad en la que realizaba la pasantía, que era lo último que me quedaba, después de cinco años de estudios, para por fin graduarme de publicista. Había seleccionado desde la noche anterior un atuendo que me hiciera lucir preparada, profesional, creativa y perfecta para quedarme con el cargo de Ejecutivo de Cuenta jr., por el que competía con los otros tres pasantes. El pago en el cargo, de quedar seleccionada, no sería mucho, pero terminar la carrera con un empleo asegurado era sin duda una de mis prioridades además de ser necesario para poder arrancar con esos pagos, que nunca dan espera, del crédito estudiantil.   A la reunión asistiría también Martín, el diseñador gráfico del equipo, para apoyarme en cualquier cosa, y yo en calidad de ejecutiva de cuenta en representación de mi jefa. Debíamos de lograr que el cliente aprobará, finalmente, los últimos cambios en las pruebas impresas 

Niñita traviesa

La música seguía sonando, ya no ensordecedoramente, al interior de pequeño baño de La Melcocha , el bar de salsa favorito de Martina, donde afortunadamente uno de los dos cubículo estaba libre. Sus ganas de orinar las llevaba aguantando desde que José la saco a bailar Gitana de Willy Colón, su canción favorita, así que con prisa se levantó la falda, bajo sus calzones y comenzó a liberar las 3 cervezas que ya se había tomado. Liberando espacio en su vejiga para las próximas cervezas, Martina recorrió con sus ojos el pequeño espacio, aún algo limpio para sorpresa suya, atiborrado de mensajes escritos en las paredes con lépicero, marcadores y hasta un tono café misterioso que se podría confundir con algo diferente a un lápiz labial.  Aunque no los acolitaba,  siempre encontraba divertidas esas esas carteleras públicas improvisadas con mensajes de amor y marcación de territorio, que alguna gente iba dejando por ahí en el bus, las mesas de la universidad o en este caso, el baño.   -   Ju