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Candy PI

Desde que Candelaria Sánchez, a sus tiernos diez años, descubrió a Magnum Pi hacía un mes comenzó a verle sentido y emoción a la vida. Y es que cuando Candy, como le decían de cariño, vio a Tom Selleck como Thomas Magnum quien con su camisa Hawaiiana, auto descapotado y sonrisa amplia resolvía crímenes y salvaba vidas, su certeza de niña le aseguro que cuando fuera grande ella sería una heroína como él. Ella sería detective privado.

 

Determinada como su madre, y siguiendo los aprendizajes que el maestro Tom le daba todos los días de cuatro a siete por tele-retro, Candy se decidió a tomar su primer caso un domingo que escucho por quinta vez a su papá refunfuñar y perder el apetito por la nueva desaparición del periódico. La injusticia contra su adorado papá se tenía que detener y sabiendo que hacer busco a Teresa, su vecina en la casa número 10, para que fuera su mano derecha y le ayudará a resolver su primer caso. Bosques de la campiña, la unidad cerrada con 20 casas iguales de 2 pisos piso y solo un manojo de árboles sobrevivientes de ese bosque cerca a la portería, sería testigo del nacimiento del mejor dúo investigador de la historia después de desenmascarar a el ladrón de periódicos.

 

¿Pero qué hace un detective privado? preguntó Teresa, quien prefería ver La Rosa de Guadalupe al llegar a casa del colegio con su abuela.

 

Tere, pues encuentran a los malo siguiendo pistas, los llevan a donde los policías, vuelan en helicópteros y salvan el día….. Vaaaammooos, ¡ayúdame a buscar quién roba el periódico de mi papá Tere!.

 

Tere acepto y Candy le mostró la lista que había con todo lo que Tom le había enseñado para hacerlo paso a paso:

 

-   1. Identificar el perímetro e identificar posibles testigos/sospechosos:

-   2. Montar vigilancia.

-   3. Tomar fotografía de posibles sospechosos

-   4. Enfrentar a los sospechosos con las fotos donde se veía infraganti

-   5. Descartar sospechosos de culpables

-   6. Enfrentar a los culpables y llevarlos ante la justicia

 

Ese domingo en la tarde las investigadoras iniciaron identificando el perímetro haciendo el recorrido en sus bicicletas por el conjunto residencial de arriba a bajo. En la tercera vuelta de reconocimiento vieron a Don José, el conserje de mediana edad, poco pelo y mucha barriga, que les contó en su entrevista divertido que a la Doña Maruja de Pérez, residente de la casa número 3 y quien siempre se quejaba con la portería cuando Aurelio Sánchez, él padre de Candy, lavaba el auto a ritmo de vallenatos cantados a todo pulmón, andaba buscando periódicos hacía un par de días. Con la información de Don José en mano como la pista, Candy y Teresa decidieron seguir con el segundo paso: montar vigilancia a la casa número 3, a Doña Maruja y todos los que entraran y salieran de ella. Comprometida con su rol, y aprovechando que era la casa de enfrente, Candy se dispuso a vigilar por la ventana de su cuarto los movimiento de su vecina luego de llegar del colegio. El lunes llegó y  pese a que Candelaria se sentó frente a su ventana a mirar la puerta de entrada de su vecina llena de entusiasmo, para descubrir pronto que los minutos pasaban lentos y sin novedades.

 

Luego de un día, dos horas y 15 minutos de trabajo detectivesco riguroso, Candelaria descubrió que si en algo había fallado Tom era de dejar claro que las largas hora de espera vigilando estaba llenas de tedio que se cortaba y borradas con paisajes bonitos de Hawái, por lo que era de ahora en adelante era mucho mejor jugar a ser detective privado con sus barbies y Tere que en la vida.  Ya tendría ella tiempo para dominar el arte de  esperar sin desesperarse como le parecía podían hacer siempre las personas viejas y, además papá siempre podría ver las noticias en la televisión, por lo que ser detective privado podría esperar.

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