Liberando espacio en su vejiga para las próximas cervezas, Martina recorrió con sus ojos el pequeño espacio, aún algo limpio para sorpresa suya, atiborrado de mensajes escritos en las paredes con lépicero, marcadores y hasta un tono café misterioso que se podría confundir con algo diferente a un lápiz labial. Aunque no los acolitaba, siempre encontraba divertidas esas esas carteleras públicas improvisadas con mensajes de amor y marcación de territorio, que alguna gente iba dejando por ahí en el bus, las mesas de la universidad o en este caso, el baño.
- Juana y Pedro por siempre, puff….¡si, claro! – leyó en voz alta, dejando de tararear La temperatura de los Hermanos Lebrón. - Ahhh con que Sofía Pérez Sánchez, es una niña traviesa, ja, ja, ja – Se divirtió Martina y acto seguido impresionando una voz sexy (como las de los comerciales de las líneas calientes que pasan por la noche en la parabólica) continuo - Para un buen rato llame a Sofía Pérez Sánchez al 304 857 9582.
- ¡¿Perdón?! – escucho Martina decir a una voz de mujer en el baño de al lado, justo antes de escuchar un par de golpes a el panel de aluminio mal pintado de verde que separaba su sanitario del de la vecina – Chica, ¿qué fue lo que dijo?
Más que sorprendida, Martina guardó silencio un rato sintiéndose culpable por leer en voz alta las idioteces que estaban en su pared y tratando de asegurarse que había escuchado algo. Toc, toc, toc de nuevo un par de golpecitos pero ahora en la puerta
- Hola, puedes por favor decir de nuevo el nombre que estabas leyendo- dijo la misma voz de la desconocida
- Ehh….¿Juana y Pedro por siempre? - Dijo Martina con curiosidad, mientras se subía la ropa interior y organizaba su falda.
- No, lo otro, lo de una Sofía, ¿cuál es el número que leyó?- preguntó la voz, ahora mucho más enfática que en su primera interacción.
- Ahhhh….. Para un buen rato llame a Sofía Pérez Sánchez al 304 857 9582 –dijo.
Un silencio extraño y pesado se apoderó de la atmósfera de lugar de repente. Martina vacío el baño. Abrió la puerta y se descubrió reflejada en los anteojos de una chica alta y de labial rojo fresco que la esperaba con las manos cruzadas a la altura del pecho.
- Hola – dijo tímidamente Martina, caminando hacia el lavamanos para hacerse a un lado y darle vía libre a la nueva usuaria, a quien por el espejo del baño se vio recorriendo rápidamente las paredes
- Oye, ¿donde esta? – le dijo la chica a Martina desde dentro del baño.
- ¿El letrero que te leí? En la pared derecha hacia abajo. – contestó sin mirarla, concentrada en enjuagar sus manos.
Las primeras notas de Las Tumbas de Ismael Rivera comenzaron a sonar y la cintura y caderas de Martina siguieron el ritmo desprevenidas, hasta el sonido de un golpe seco la hizo alzar la mirada a el espejo y en el reflejo vio como la chica de labial rojo tomaba asiento sobre la tapa del sanitario y con la mirada perdida, un segundo antes de que su cara se transformara en un inmenso puchero y empezar a llorar.
-¿ Estas bien?- dijo Martina aun dándole la espalda y mirándola a través del espejo. A ella que siempre le había costado la interacción con los demás, especialmente cuando había llanto, preguntaba más por un sentimiento de obligación social de solidaridad, que por verdadera empatía o interés.
- ¿De casualidad tienes algo con que escribir en la bolsa? – Le pregunto la desconocida secando rápidamente sus lágrimas y señalando con su mano la pared derecha del baño sin dejar de mirarla a través del espejo directamente a sus ojos.
- Eh, pues si, espera lo busco – Seco sus manos y comenzó a buscar en su bolsa sin mirar a la chica. Finalmente encontró un lapicero y se lo entregó.
La mano estirada de la chica lucía un anillo en forma de conejo en el dedo del centro, igual al que tenía tatuado al reverso de su muñeca. Sintiéndose algo culpable por ayudar a esa desconocida vandalizar ese baño, Martina espero a que la desconocida termina moviendo sus pies tarareando al unísono del gran Ismael si sigo aqui, enloqueceré.
- Gracias – escucho decir a quien le regresaba su lapicero mientras se dirigía a la salida del baño – yo soy Sofía Pérez Sánchez – le dijo cerrando la puerta tras sí.
-
Sorprendida, Martina regreso a el cubículo, ahora vacío, donde encontró el nuevo graffiti de un par de conejos, cubriendo el nombre y el teléfono de aquella a la que hace unos minutos llamó niñita traviesa.
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